Casi llegando a la tercera década del siglo XXI, a mediados de 2016, nos despertamos una mañana con la noticia que anunciaba en los periódicos que siete pasajeros se habían bajado de un avión que volaba desde Miami hacia Buenos Aires porque la comandante y la copiloto eran mujeres. Entrevistada al respecto, una de las pilotos explicó que no era la primera vez que esto le sucedía y que, en muchas oportunidades, eran las pasajeras mujeres quienes se negaban a volar: “En una ocasión, estaba recibiendo a los pasajeros y dos de ellas, con cara de pánico, me preguntaron si era yo la que manejaba el avión. Después me dijeron que no lo tomara a mal pero que no estaban convencidas y que iban a abordar otro vuelo, porque nunca habían viajado con una mujer”, declaró. No es de sorprender su relato: una encuesta realizada por el Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano a inicios de 2014, muestra que el 90% de las personas entrevistadas, hombres y mujeres en igual proporción, manifestó su preferencia por volar en un avión pilotado por un comandante varón. Esta experiencia nos enseña, de mínima, dos cosas. Primero, que los estereotipos de género no tienen género. Esas construcciones sociales que encierran la suma de todos los atributos típicamente asignados a cada sexo, no son una “cosa de hombres” sino un “problema de todos”. Segundo, que los prejuicios derivados de los estereotipos no quedan limitados solo al plano de las fantasías, sino que se vuelven reales y se plasman en actos concretos de discriminación.
De las 600 mil licencias para volar emitidas en el mundo entero, poco más del 6% corresponde a pilotos mujeres. La empresa Aerolíneas Argentinas, línea aérea de bandera, dio una importante señal simbólica cuando en 2016, por primera vez, confeccionó uniformes femeninos para las pilotos que no constituyen la mera adaptación del uniforme de sus pares hombres a una talla de mujer. Fueron diseñados sobre la base de la experiencia de trabajo de las propias mujeres y están concebidos para que les resulten cómodos para desarrollar las tareas técnicas según su propia anatomía. Ese hecho es positivo, porque marca que culturalmente se comienzan a romper estereotipos y a plantear la inclusión de las mujeres como iguales y no como seres que deben adaptarse y pagar un costo por aspirar a un trabajo “de hombres” en el que son apenas invitadas, exigiéndoles que se comporten cual huéspedes en casa ajena.
Shaesta Waiz tiene 29 años y es la primera mujer civil afgana que, después de refugiarse en Estados Unidos huyendo de la guerra en su país, obtuvo el título de piloto. Recaudar fondos para becas e incentivar a mujeres, niñas y jóvenes para que se involucren en el mundo de la aviación y de las ciencias, la tecnología, la matemática y la ingeniería, se volvió su misión. Creó la fundación “Dreams Soar” y ahora protagoniza una peculiar campaña: vuela alrededor del mundo, con 33 paradas previstas en cinco continentes (su ruta se puede seguir en vivo). En sus propias palabras, aunque el dinero es una cuestión importante, no se trata solo de eso, sino ante todo de decirles a las niñas y jóvenes “creo en ti”, transmitirles que son inteligentes y capaces.
Necesitamos más de esas iniciativas. Necesitamos redes de mentoras en todas las áreas del quehacer; en la ciencia, la tecnología, la política y las empresas. Es fundamental crear sistemas de mentorías donde mujeres con más experiencia incentiven y apoyen, respalden, acompañen y aconsejen a las que recién están comenzando. Las mujeres necesitan encontrar desde temprano en sus vidas redes de apoyo que las animen a hacer esas cosas increíbles que solo suceden cuando desoímos el mandato que desde pequeñas nos indica que no seremos buenas en ciertos terrenos, que si no obtenemos la perfección desde el primer intento hemos fracasado. Las redes de mentoras pueden colaborar activamente en el proceso de aprendizaje e instarnos a perseverar, abrazar los desafíos y perseguir los sueños. Porque los sueños no tienen, ni deberían tener, género.
http://www.eldefinido.cl/actualidad/mundo/8677/La-piloto-afgana-que-da-la-vuelta-mundo-para-motivar-a-mujeres-con-la-aviacion-y-la-ciencia/
Excelente recordatorio.
sí se puede, todas queremos y podemos volar en cualquier escenario donde queramos.
Saludos
Belinda Lara
Muchas gracias Belinda! Cuando nos quitan los techos, para las mujeres el único límite es el cielo
Así es, todas queremos h merecemos “volar”
Excelente recordatorio.
sí se puede, todas queremos y podemos volar en cualquier escenario donde queramos.
Saludos
Belinda Lara
Muchas gracias Belinda! Cuando nos quitan los techos, para las mujeres el único límite es el cielo
Que maravilla el artículo. Redes de mentoras, espacios de diálogos y debates, apoyo, acompañamiento, fortalecimiento a las tareas que emprenden las mujeres, incentivar a la capacitación. Todo esto a fin de romper los estereotipos culturales desde todas las áreas. Pues bien dicho no tiene genero. FELICIDADES QUERIDA VIRGINIA
Que maravilla el artículo. Redes de mentoras, espacios de diálogos y debates, apoyo, acompañamiento, fortalecimiento a las tareas que emprenden las mujeres, incentivar a la capacitación. Todo esto a fin de romper los estereotipos culturales desde todas las áreas. Pues bien dicho no tiene genero. FELICIDADES QUERIDA VIRGINIA