La mujer debe hacer todo lo posible por sentarse en las mesas donde se toman decisiones y participar activamente.
Por Virginia García Beaudoux
Si a un grupo de niñas y niños les contamos una historia acerca de una persona muy inteligente, hasta los 4 años de edad las niñas creen que la protagonista es una mujer, y los niños que es un varón. A partir de esa edad, tristemente, tanto niñas como niños al escuchar la historia, automáticamente creen que, si alguien es tan inteligente, se trata de un hombre. Así comienzan a construirse las creencias autolimitantes que afectan negativamente a las mujeres en la construcción y proyección de sus liderazgos.
Es de la mayor importancia remarcar, todas las veces que sea necesario, que el problema de los liderazgos de las mujeres no son las mujeres, sino los sesgos y estereotipos, los procesos de socialización, y la cultura de las organizaciones. A pesar de que las políticas y los procesos formales para mejorar la inclusión de las mujeres en igualdad de condiciones están mejorando, persisten reglas informales, prácticas y prejuicios que obstaculizan sus liderazgos. Para quienes crean que en esta tercera década del siglo XXI el apego social por los estereotipos de género es la excepción y no la norma, les comparto dos datos, a modo de botones de una amplia muestra.
El primero: 76% de las personas asocia a los hombres con la carrera profesional y a las mujeres con la familia, según los resultados globales de la investigación realizada con más de 200 mil participantes por la Universidad de Harvard mediante el Test de Asociación Implícita. El segundo: la mitad de la población del mundo considera que los hombres son mejores líderes que las mujeres, de acuerdo con el reporte de Perspectivas de Desarrollo Humano de PNUD. Si cabe alguna duda, basta con mirar el Mapa de las Mujeres en Política elaborado por ONU Mujeres, para darse cuenta de que las Jefas de Estado y de Gobierno del mundo no llegan al 7%.
Los estereotipos de género se encuentran vivitos, coleando, y gozan de buena salud. Por el temor a convertirnos en “mujeres con adjetivos” (tales como “mujer ambiciosa”, “codiciosa”, “egoísta”, “masculina”, entre otros), hemos aprendido a hacer esfuerzos por no llamar la atención, ocultar nuestros logros o evitar comunicarlos. Desde la infancia, durante la socialización, aprendemos e internalizamos ese conjunto de creencias estereotipadas y prejuicios acerca de lo que se espera de nosotras y de lo que significa ser una “buena mujer”. ¿Cuál es el costo? Esos sesgos culturales externos, se transforman en poderosos enemigos internos, autolimitantes de nuestro potencial de liderazgo. ¿Cómo impacta en la psicología y en los comportamientos de las mujeres la internalización de los sesgos y estereotipos que reafirman a diario la creencia de que los hombres son mejores líderes?
De mi experiencia con más de 3 mil 700 mujeres a lo largo y a lo ancho de América Latina, y también en España y los Países Bajos, sistematicé los siguientes siete síndromes con los que la mayoría de las mujeres, en mayor o menor medida, nos identificamos. Debemos aprender a reconocerlos para combatirlos. Son de origen cultural, y se cobran un alto peaje psicológico.
Síndrome de la chica inmaterial. Algunos de sus síntomas son la tendencia a desvalorizar el propio trabajo, reparos para ponerle un precio, aceptar hacerlo por menos de lo que vale, o la dificultad para negociar dinero, condiciones u otras utilidades, por temor a que se piense que somos codiciosas.
Síndrome de la número 2. Frente a la posibilidad de ser la “número 1”, surgen sentimientos de temor y culpa por las consecuencias negativas que creemos que eso traería para nuestras parejas o familias, o para la armonía de nuestro equipo de trabajo a causa de destacarnos más que nuestros compañeros.
Síndrome de no estoy preparada aún. Dejamos pasar oportunidades por creer que nos falta capacitación, o que no estamos a la altura del desafío, aunque tengamos la misma experiencia y preparación que colegas hombres que desempeñan esas funciones.
Síndrome de la tomadora de notas. En las reuniones, con frecuencia se espera que las mujeres lleven la minuta y tomen apuntes. Una consecuencia, producto de los límites normales de la capacidad de atención humana, es que cuando escribimos hablamos menos, por lo que nuestra participación activa en esos espacios será menor, perdiendo la posibilidad de ser visibles y de que nuestras voces y opiniones sean escuchadas.
Síndrome de lo preparo yo, lo presenta él. Con frecuencia, las mujeres laboran arduamente y su tarea permanece invisible. Ceden a sus compañeros los espacios para la presentación pública del trabajo elaborado en conjunto. Sacrifican el reconocimiento, por temor a que la visibilidad les genere problemas con sus compañeros o jefes.
Síndrome de la ambiciosa. Es producto de la visión estereotipada que califica la ambición como un rasgo positivo en los hombres y negativo en las mujeres. Como consecuencia, muchas mujeres evitan comunicar sus logros, manifiestan una modestia excesiva, no toman crédito por el trabajo realizado, y se esfuerzan por permanecer “bajo radar”.
Síndrome de la exitosa culpable. Se manifiesta en las ocasiones en que a las mujeres nos produce culpa el éxito y ocupar los lugares que nos hemos ganado en buena ley.
Si nos ofrecen un lugar, es importante que lo aceptemos y comprendamos que no hace falta ser perfectas ni saberlo todo, que se puede aprender en el camino. Debemos hacer todo lo posible por sentarnos en las mesas donde se toman decisiones y participar activamente.
Tenemos que perder el miedo a soplar nuestra propia corneta, tocar nuestro propio tambor o “cacarear” nuestros logros para que nuestro trabajo sea visible. Y también, promocionar los logros de otras mujeres, para ayudar a cambiar las percepciones sociales y que se comprenda, de una vez y para siempre, que el liderazgo no tiene género.
Virginia García Beaudoux es doctora en psicología, consultora e investigadora. Especialista en comunicación y liderazgo para mujeres. Directora de COMMUNICATIO @virgbeaudoux
Fuente: aristeguinoticias.com
Muy acertado
Cuando una mujer se puene la idea en su cabeza es porq pienza como lo va hacer generalmente busca ayuda para que salga bien lo que quiere hacer a si lo digan que voz no podes por ser mujer se que todo se puede
Excelente! Gracias por estar siempre!