Es un fenómeno riesgoso que se genera cuando se logra una ley o medida a favor de la igualdad.
Un póster de un cómic de principios de los 80 mostraba a una mujer que, refiriéndose al famoso bailarín Fred Astaire, decía: «Claro que fue grande, pero no olvides que Ginger Rogers hacía lo mismo que él… Bailando hacia atrás y con tacones altos». La investigadora independiente de CONICET Virginia García Beaudoux retomó esta idea para dar título a su libro ¿Quién teme el poder de las mujeres? Bailar hacia atrás con tacones altos (2017, publicado en Madrid y Holanda).
«Claro que fue grande, pero no olvides que Ginger Rogers hacía lo mismo que él… Bailando hacia atrás y con tacones altos». En Frank and Ernest.
«Si bien jugamos en los mismos escenarios que los hombres (porque no hay ningún impedimento formal, por ejemplo, para que en la política las mujeres puedan votar o ser votadas), en la práctica cotidiana las reglas del juego resultan desfavorables para las mujeres: jugamos en la misma cancha, pero inclinada en contra», dice a Clarín esta doctora en psicología y reciente ganadora de uno de los premios de The Washington Academy of Political Arts & Sciences por su trabajo sobre el fortalecimiento de las mujeres políticas.
«Los partidos fueron hechos por hombres y son resistentes al cambio, sumado a que aún existe una cuestión cultural en la que predomina un estereotipo de liderazgo basado, a su vez, en el estereotipo de lo masculino; y esta concepción de que ‘el buen líder es un líder varón’ es un obstáculo tremendo, tanto en las corporaciones como en la política», comenta Virginia, enfocada en analizar los obstáculos que ellas enfrentan en estos ámbitos, y el modo en que las perjudican las coberturas con sesgos de género.
Con la aprobación de la Ley de paridad de género en listas electorales de nuestro país -que se hará efectiva en las elecciones de 2019-, la representación femenina en las listas de candidatos a legisladores nacionales subirá del 33 al 50%. Si bien es optimista respecto a esta medida, ya que claramente facilita que las mujeres se puedan sentar a la mesa de negociación de los partidos, asegura que «siguen siendo clubes de hombres» e indica que, mientras el 52% de la militancia de los partidos de toda América Latina son mujeres, menos del 15% lo son en las secretarías y presidencias de los mismos.
Virginia García Beaudoux, doctora en psicología y reciente ganadora de uno de los premios de The Washington Academy of Political Arts & Sciences. Foto: CONICET.
Los números son contundentes y evidencian un techo de cristal difícil de romper aún, incluso, con la incorporación de nuevas medidas en pos de la paridad de géneros. Sin embargo, justamente en estas situaciones de cambios, Virginia advierte sobre un fenómeno riesgoso que identificó y acuñó en sus trabajos: el «techo de nirvana».
Éste se genera cuando se logra una medida a favor de la igualdad y consiste en que la sociedad vea los avances conseguidos como un punto de llegada, un final, en lugar de un paso más para seguir trabajando a favor de una temática. «Consiste en la ilusión de que el sueño se cumplió y se alcanzó el objetivo. En lugar de vivirlo como un piso, se vive como un techo y las personas suelen preguntar: ‘¿Y qué más quieren, si ya hay igualdad?’ Como si fuera exagerado seguir exigiendo igualdad de oportunidades», explica la especialista.
Según sus investigaciones, este efecto se presenta cada vez que una sociedad logra un paso más hacia la igualdad -ya sea en cuestiones de género, como en otras luchas que buscan influir o generar modificaciones en la agenda política-. Y resulta muy nocivo porque empuja a un estancamiento o desactivación de las acciones destinadas a garantizar más derechos, a raíz de esta ilusión de que es un problema del pasado que ya fue resuelto.
Virginia describe que esto mismo sucedió en Argentina en 1991, cuando se aprobó la Ley de cupo femenino y se logró el mínimo del 30% de las listas de candidatos: en su momento fue un enorme logro, pero hubo que esperar casi tres décadas para lograr una representatividad verdaderamente equitativa (50%), que «lamentablemente solo quedó suscripta al ámbito legislativo, sin influir en los cargos en secretarías o direcciones nacionales». Para ella, marcar lo que aún falta es el mejor antídoto contra los techos de nirvana, es decir, responder al «¿qué más quieren?» mencionando las políticas públicas que faltan, por ejemplo, las licencias por paternidad.
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