En Argentina, de 20 carteras ministeriales -21 con la Jefatura de Gabinete- apenas 2 tienen mujeres al mando. Brillan por su ausencia las Secretarias Generales en los sindicatos de nuestro país, y pocos cumplen con el cupo establecido por ley del 30% de mujeres en sus comisiones directivas.

“¿Qué le aportan las mujeres a la política?”, es la pregunta disparadora que recibí como consigna-guía para escribir esta columna. Si me lo permiten, encuentro de la mayor importancia reformularla. La verdadera pregunta que debemos hacernos no es qué le aportan las mujeres a la política, sino ¿qué se pierde la política cuando deja fuera el 50% de los posibles talentos humanos con los que cuenta el mundo?

Las mujeres constituyen el 50% de la población del planeta. El sentido común y la lógica indican que deberían ocupar la mitad de las posiciones de representación, liderazgo, poder e influencia política y económica. Sin embargo, lejos se está de ese escenario.

Las mujeres como colectivo social han sufrido toda clase de ilegítimas exclusiones. A lo largo de la historia se les ha negado el derecho a educarse, a ir a la universidad, a votar y a ser votadas, a conducir, a vestir como lo deseen, a desempeñarse como juezas o magistradas, a tramitar un pasaporte, a trabajar sin autorización de sus padres o esposos, a tener cuentas bancarias, a solicitar créditos siendo solteras o sin el aval de sus maridos, a disponer de sus sueldos sin el consentimiento de sus maridos, a administrar sus bienes, y a tener la patria potestad de sus hijos. Aunque mucho ha cambiado, hoy las mujeres y las niñas realizan dos tercios del total del trabajo en el mundo, producen la mitad de la comida del planeta, pero solo ganan el 10% de los ingresos y son dueñas del 1% de los activos mundiales

Los datos de ONU mujeres muestran que a nivel mundial las mujeres perciben un salario 23% inferior al de los hombres. Según la OIT, esa disparidad en algunos países llega a 45%. Las cifras del INDEC 2017 evidencian que en Argentina la brecha salarial es de casi 24% y llega a 35% en el mercado informal, que las mujeres se sitúan mayoritariamente en el grupo de menores ingresos, que el 90% trabaja en el sector de servicios y que la ocupación más frecuente es el servicio doméstico (19,6%). De acuerdo al índice Global de Disparidad de Género del World Economic Forum, la diferencia económica entre los géneros aumentó en 2017 por segundo año consecutivo y al ritmo actual llevaría 217 años eliminarla. Ello, a pesar de que la paridad sumaría 250 mil millones de dólares al PBI del Reino Unido, 320 mil millones al de Francia, 310 mil millones al de Alemania y 1,7 billones de dólares al de EE.UU.

 Si miramos el universo de la política, en 2017 sólo 17 mujeres eran Jefas de Estado. Ocupaban el 23% de las bancas de los parlamentos del planeta, eran el 19% de las voceras parlamentarias, y únicamente 6 de un total de 186 países tenían igual cantidad de ministras y ministros. Sólo 18% de los ministros de gobierno del mundo son mujeres. En Argentina, de 20 carteras ministeriales -21 con la Jefatura de Gabinete- apenas 2 tienen mujeres al mando. Brillan por su ausencia las Secretarias Generales en los sindicatos de nuestro país, y pocos cumplen con el cupo establecido por ley del 30% de mujeres en sus comisiones directivas.

Más allá de la injusticia inexcusable que significa el hecho de dejar fuera y sin voz a buena parte del 50% de la población del mundo en los procesos de toma de decisión que las afectan de manera directa y profunda, diversos estudios han demostrado que la igualdad favorece tanto la democracia como la economía de nuestras sociedades. Con relación a la democracia, a mayor igualdad en el sistema político, más confianza en la democracia. La presencia de mujeres en los parlamentos aumenta la percepción de legitimidad del gobierno en la ciudadanía: si un gobierno es solamente masculino se genera una percepción de que algo no está funcionando bien.

En relación al mundo corporativo, en 2016 y 2017 se analizaron las 500 primeras compañías de la lista Fortune y se encontró que las que tenían más mujeres en sus juntas directivas tuvieron 53% más de rentabilidad, 42% más de ventas y 66% más de rendimiento en el capital invertido, que las que tenían menos mujeres. Cuando se suma mujeres a espacios tradicionalmente integrados sólo por hombres, aumenta la diversidad de perspectivas, de experiencias, de maneras de pensar y de aproximarse a los problemas. La diversidad es positiva.

Hasta ahora las mujeres han tenido que jugar en el espacio público en una cancha desigual en su contra, con reglas y condiciones desfavorables. Ha llegado la hora de igualar la situación de todas y todos los jugadores en la política. Más mujeres e igualdad, significa también más y mejor democracia.

*Doctora en psicología. Investigadora CONICET-IIGG. Consultora de IDEA Internacional, OEA, NIMD, PNUD, y otros. Autora de 11 libros. El más reciente, ¿Quién teme el poder de las mujeres? (2017, Madrid: Grupo 5) publicado también en inglés. Prof. regular UBA y UB. Creadora del blog #LiderarConTacones. Twitter: @virgbeaudoux

FUENTE: www.diagonales.com

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