La construcción de una democracia paritaria sólo es posible a través del empoderamiento político de las mujeres. Esta noción de un sistema que incluya de manera igualitaria a las mujeres en la toma de decisiones de un país y de sus organismos públicos cobra especial relevancia en un Uruguay en pleno año preelectoral. En este marco, ONU Mujeres impulsó distintas acciones para promover la participación de líderes políticas y candidatas, incluida una serie de talleres de comunicación para compartir “herramientas prácticas para nivelar la cancha de juego para las mujeres en la política”, según explicó a la diaria su encargada, la experta argentina Virginia García Beaudoux. La investigadora se reunió a principios de mes con mujeres de los partidos Nacional, Colorado, Independiente y Frente Amplio, y llegó a la conclusión de que acá también “las mujeres están organizándose para pelear los espacios de poder”.

Has realizado talleres de comunicación estratégica y política para más de 1.000 mujeres en 16 países. ¿En qué consisten esas instancias?

Lo primero que hacemos es arrancar desde lo más básico, que es que si me tengo que presentar ante el electorado, tengo que contar quién soy y por qué soy candidata; ¿cómo lo voy a contar de una manera breve, clara y que llame la atención de quien me está escuchando?, porque todo mensaje político lo que pretende es ser recordado y para que me recuerden tengo que ser atendida. Todas las mujeres tienen cosas interesantísimas para contar, pero tienen que vencer ese techo que a veces nos ponemos de que si hablamos de nuestros logros van a pensar que somos ambiciosas. Cuando vos decís que un hombre es ambicioso, todo el mundo dice que tiene ganas de progresar. Si decís que una mujer es ambiciosa es como que hay algo malo ahí. Entonces, primero tienen que atreverse a romper ese miedo y darse cuenta de que una campaña electoral es como una entrevista laboral: vos le tenés que hablar a la gente para ver si te da el trabajo o no. Y para eso tenés que mostrar lo que sos capaz de hacer. Tenés que mostrar tus logros, tenés que poner tu currículum sobre la mesa. Ese es un primer ejercicio que hacemos. Después estamos trabajando en entrenamiento con medios: cómo se manejan las preguntas, cuáles son las condiciones para aceptar entrevistas, cómo aprovechar cada oportunidad de comunicación para hablar sobre sus temas. También trabajamos sobre cómo presentar una propuesta de campaña, y practicamos cómo se inicia y se cierra un discurso, entre otras muchísimas herramientas de comunicación.

Durante tu trayectoria, también has asesorado a líderes políticos varones. ¿Cuál es la particularidad de capacitar mujeres?

Primero que nada, me gusta decir siempre que yo no capacito sino que entreno o fortalezco habilidades, porque uno de los discursos que suele haber en la política es que los hombres están capacitados y las mujeres no, y yo creo que todos estamos capacitados, lo que pasa es que las mujeres hemos tenido menos oportunidades de entrenar y fortalecernos. Hay muchísimas diferencias entre entrenar a mujeres y entrenar a hombres. Vivimos en sociedades en las que se confía mucho menos en el liderazgo de las mujeres y mucho más en el de los hombres, porque tenemos esta idea de que el liderazgo es masculino. Por lo tanto, a las mujeres les cuesta mucho más que a los hombres, por ejemplo, conseguir financiación para sus campañas electorales, porque la sociedad no apuesta a los liderazgos femeninos de la misma manera en que apuesta a los masculinos. Esto no es cosa solamente de los hombres; es también un tema de las propias mujeres, porque tiene que ver con estereotipos culturales de género que tenemos muy arraigados. Hay profesiones que ni nos imaginamos de la mano de las mujeres y la política es una de ellas. De hecho, si vos mirás la cobertura periodística, a las mujeres políticas se las llama mucho más por su nombre y a los hombres por sus apellidos. Eso te habla de que la mujer sigue relegada a lo familiar y a lo doméstico. Hay muchas diferencias ya desde el vamos, desde la percepción social de que el liderazgo es masculino. Otro obstáculo es que las mujeres en la política lidian al mismo tiempo con muchas pelotas en el aire, porque como todavía la división del trabajo no es equitativa, los hombres a veces están con el único foco puesto en la política y las mujeres somos multitareas. En ese sentido también es diferente trabajar con mujeres, aunque es cierto que cada vez más las mujeres están reclamando que se compartan esos espacios de cuidado como para que la carrera política también sea par.

¿Cómo influye en esa carrera la estructura de los propios partidos políticos?

El techo de cristal en los partidos políticos es otro obstáculo. 52% de la militancia de los partidos políticos en América Latina está integrada por mujeres, pero menos de 15% de los presidentes y secretarios generales de los partidos son mujeres. Eso es un techo de cristal que es muy difícil de romper. También hay un obstáculo que es interno, propio de nosotras las mujeres y que tenemos de vencer, que es lo que llamamos los techos de cemento. Son estas ideas de que si dedicamos mucho tiempo a la actividad pública vamos a ser malas madres, esposas, compañeras y siempre vamos a estar en deuda con algo o con alguien. Hay un punto en el que internalizamos esos estereotipos tan enraizados, y hay muchas mujeres que están en la política a las que les cuesta dar el salto y decir “yo quiero ser la número uno de mi partido” o “quiero estar en una lista” porque no han vencido este obstáculo. Pero también es cierto que van a enfrentar muchas más dificultades que los hombres cuando estén haciendo campaña. Por ejemplo, los medios de comunicación no tratan igual ni con la misma vara a las candidatas mujeres que a los candidatos hombres. A las mujeres se les realizan muchísimas preguntas con sesgo de género que les hacen perder el tiempo, y en vez de estar hablando de sus propuestas o de los proyectos que tienen, están dando explicaciones respecto de su vida privada. Te digo ejemplos clásicos: “¿Usted cree que está realmente preparada para la política?”. Nunca a un cliente mío hombre se le preguntó eso, pero es muy frecuente que se lo pregunten a las mujeres. “¿Cómo te imaginás compatibilizando tu vida doméstica o familiar con la política, que demanda tanto horario?”, es otro ejemplo. Hay mucho doble estándar y eso perjudica a las mujeres, porque todos los estudios muestran que cuando los periodistas les hacen ese tipo de preguntas es como si todo el tiempo le estuvieran recordando a la ciudadanía “miren, es una mujer”. Entonces desciende su credibilidad en las encuestas, desciende la intención de voto hacia ellas, desciende la percepción pública de eficacia que hay de esas mujeres. Y la verdad es que luchan contra todas esas cosas con las que mis clientes hombres nunca han tenido que luchar. A lo sumo, les cuestionan sus propuestas y sus proyectos, les hablan de sus adversarios políticos, pero siempre les están hablando del terreno político, mientras que a las mujeres las hacen ir y volver todo el tiempo del ámbito público al ámbito privado o les cuestionan sus capacidades, y eso suele ser muy negativo.

¿Cuándo decidiste dedicarte exclusivamente al fortalecimiento de mujeres?

Lo decidí cuando empecé a tener algunas clientas mujeres y vi que el campo de juego era completamente distinto para ellas y que teníamos obstáculos y desafíos que ni había pensado. Me empecé a interesar mucho en este tema y empecé a sistematizar e investigar. Entonces me empezaron a convocar de organismos para ver si quería empezar a trabajar colectivamente con las mujeres. El primer organismo con el que trabajé fue el Instituto Holandés para la Democracia, que justamente me convocó para una actividad en Honduras en 2013 y me dijo: “Tenemos que hacer algo porque no solamente hay que lograr la pata legislativa, que son las cuotas y la paridad, sino que también tenemos que empoderar a las mujeres para que vayan y ocupen esos espacios”. Lo que se nos ocurrió entonces fue crear estos talleres, que en algunos países se llaman academias de candidatas, en otros escuelas de lideresas y en otros talleres de fortalecimiento de habilidades. Hemos estado en toda América Latina, hay muchos organismos comprometidos; cada vez que puedo hago algo porque creo profundamente en esto. Si me preguntás qué hago, me dedico a la comunicación, pero si me preguntás cuál es mi pasión te digo que es empoderar mujeres. A todas las mujeres, no importa la edad, etnia u origen. Trabajando todas juntas. La unión hace la fuerza y por eso también son tan importantes las bancadas interpartidarias y las redes de mujeres de todos los partidos políticos, porque los problemas que tienen los comparten todas. El machismo está en todas partes y el avance de las mujeres se va a lograr si todas trabajan coordinadamente. Si son sororas.

Uruguay está en pleno año preelectoral. ¿Cómo fue el trabajo en estos días con las mujeres de los partidos Nacional, Colorado, Independiente y Frente Amplio?

Creo que Uruguay se va a tener que ajustar el cinturón porque las mujeres se vienen con todo y los que se resisten van a tener que empezar a entender que esto no tiene vuelta atrás. Hay mucha gente que cree que esta explosión de mujeres es una moda. No es una moda. Estos son cambios sociales profundos que también llegaron a Uruguay, les guste o no les guste a las estructuras más tradicionales de los partidos políticos. La verdad es que las mujeres tienen ganas de participar y de aportar a la política todo lo que traen. Las vimos muy participativas, muy entusiasmadas, hicieron todos los ejercicios, vencieron el miedo a hablar en público y están organizándose para pelear esos espacios de poder. Porque la verdad es que se pelean. Nunca en mi vida conocí a nadie que dijera “me cansé de tener poder, tomá, te lo paso”. Los espacios de poder se ocupan y creo que las mujeres de todos los partidos están en esa misma lógica y en esa misma tesitura de que la representación de las mujeres tiene que estar en Uruguay y tiene que ser fuerte.

¿Qué evaluación hacés de la participación general de las mujeres en la política en América Latina? Como militantes, como integrantes de los partidos, como candidatas a cargos políticos.

Creo que las mujeres trabajan muchísimo pero tienen poca visibilidad. Recién ahora estamos logrando –gracias al cupo, a la paridad y a un montón de herramientas que estamos impulsando– que las mujeres empiecen a hacer valer su trabajo. He trabajado en El Salvador o en Honduras con mujeres que trabajaban todo el día y todos los días en sus comunidades, pero los hombres se llevan todos los votos. Hacen un trabajo que les daría un montón de votos, pero los partidos no les dan la oportunidad de visibilizarlo. Creo que este es el problema que estamos teniendo en la estructura de los partidos. Hay muchas mujeres que hacen política pura y dura todos los días, y que sin embargo no tienen la misma oportunidad que tienen los hombres en los partidos.

Las encuestas muestran que la movilización de mujeres en Estados Unidos contra el presidente Donald Trump y en torno al #MeToo disparó la participación femenina en la política, como candidatas a las elecciones legislativas de noviembre pero también como militantes y votantes. ¿Cómo impacta a nivel general la movilización social en la participación política?

La movilización social es clave. Creo que en la medida en que vemos más mujeres reclamando en las calles, también nos damos cuenta de que en cada uno de nuestros espacios se replican esas cosas. Hay cuestiones como el #MeToo o movidas que empiezan por temas de violencia que hacen que después todas tomemos conciencia. No importa en qué organización estemos, porque todas enfrentamos los mismos obstáculos. Y creo que las mujeres en la política no son una excepción. La política es un área más de actividad humana y eso también hizo que las mujeres en la política se empezaran a cuestionar “¿y nosotras por qué no llegamos a 20% en el Congreso de Estados Unidos? ¿Qué nos está pasando? ¿Qué está pasando con la militancia? ¿Qué está pasando con las votantes mujeres?”. Creo que la fuerza de los movimientos de mujeres es muy importante porque ayuda a poner los problemas sobre la mesa y hace que quizás la que nunca lo pensó lo empiece a pensar. Yo soy mujer y me han pasado todas las cosas que nos pasan a las mujeres, pero no tomé consciencia de la dimensión del problema hasta que empecé a trabajar con mujeres. Sufrí una suerte de ceguera de género, porque era mujer y me pasaban cosas pero no tomaba la dimensión colectiva que tenía este problema, y cuando vos empezás a entender que un problema no es sólo tuyo sino que es colectivo ves que la solución tampoco es individual, es colectiva. Ahí es donde las mujeres en la política también se organizan.